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Norte del Cauca: violencia y resistencia - Isabel Aragón y Daniel Paz

  • Lab. Etnográfico
  • 3 jun 2020
  • 11 Min. de lectura

El norte del departamento del Cauca ha sido una zona disputada durante años por los más grandes empresarios de la cocaína; para nadie es un secreto que la hoja de coca ha llevado a este territorio a convertirse en punto estratégico de una guerra o violencia que no discrimina en víctimas. Una de sus últimas etapas comienza en el año 2012, cuando el Estado inicia en la Habana los diálogos con las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejercito del Pueblo), ahora partido político llamado FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común). En ese entonces, el presidente de la república Juan Manuel Santos, anunciaba de manera pública y hasta como lema de campaña política para su reelección en 2014, que lo que se lograría con el acuerdo, sería la disminución de violencia, dejando de lado las armas y la eliminación y completa reducción de los cultivos cocaleros.


Este acuerdo se firmó en el año 2016, con altas expectativas y cambios para la sociedad colombiana, en especial para las zonas más afectadas por el conflicto armado. Lastimosamente, todas las promesas y acuerdos que le daba esperanza al pueblo colombiano, se quedó en eso, solo promesas. Debido a que, lo narrado y vivido por las personas que viven y trabajan en zonas históricamente afectadas, solo demuestran un constante miedo y una grande esperanza de cambio, que por el momento se ve truncada por la violencia que genera el insistente narcotráfico.

Imagen 1: las autoridades indígenas califican de "ineficiente" la labor del Gobierno y de la Fuerza Pública.EFE. Recuperado del Espectador. 24/5/20.


Por tal motivo, nuestra investigación tiene como objetivo Identificar la perspectiva de la población del Norte del Cauca respecto a la violencia del narcotráfico y sus manifestaciones en el periodo de tiempo de 2012 a la actualidad. Lo que buscamos aportar con la investigación, es dar a conocer de una mejor forma el punto de vista de la población de la zona. Dar voz y permitir que su sentir sea conocido con mayor relevancia.


Un proceso metodológico truncado.

Ahora bien, la estrategia metodológica que utilizamos tuvo variaciones por la situación que nos planteó la actual pandemia. Dado que al inicio del semestre proyectábamos el proyecto por medio de entrevistas a profundidad y cartografía social en los territorios que viéramos pertinentes. Igualmente, cabe resaltar que después de realizar los ejercicios de mitigación de riesgo en clase, replanteamos la forma de llevar a cabo una entrevista de este tipo, dado que los temas son muy sensibles e iríamos a una zona muy peligrosa. Sin embargo, tal y como lo mencionamos ya, la situación nos obligó a cambiar la metodología. Aquí nos centramos en los tres diferentes aspectos que tratamos.


Primero, nos enfocamos en realizar las entrevistas que teníamos planeados de una forma diferente. La mitad de las entrevistas se pudieron realizar de manera presencial, dada la proximidad que se tenía con los sujetos entrevistados. Sin embargo, también fue necesario realizar entrevistas por medio de llamadas telefónicas o video llamadas. Cabe resaltar, que antes de iniciar con las entrevistas, organizamos y decidimos con qué tipo de preguntas direccionar la entrevista. Empezamos con una contextualización del proyecto de investigación para estar seguros de que las personas con las cuales íbamos a trabajar, estuvieran completamente seguras de participar y del carácter meramente académico de la investigación.


Seguido a eso, nos adentramos en preguntas que permitieran caracteriza a los sujetos entrevistados. Es decir, su nombre, trabajo u oficio y la razón de su permanencia en la zona estudiad. Después, empezamos con preguntas más directas con el fin de que la entender la forma en que estas personas entienden su entorno. La realización de las entrevistas resulto fundamental para mantener un orden en la investigación. Las respuestas de las personas permitían entender de manera más cercana la realidad de la región. El mayor logro de esta práctica fue darle voz y nombre a la gran cantidad de cifras, estadísticas y noticias sobre la violencia en el Norte del Cauca.


El siguiente método que utilizamos, fue la recopilación y estudio de material periodístico. Para lograr obtener buenos resultados y poder dar un contexto claro y preciso que nos permitiera observar situaciones interesantes, enfocamos una sección de las entrevistas a preguntar sobre noticias o hechos relevantes que hayan vivido los sujetos, ya sea de manera directa o indirecta. Este ejercicio arrojo resultados positivos, debido a que con pudimos identificar algunas noticias y la repercusión que tuvo en algunos sectores de la comunidad. Tal como se dijo anteriormente, lo interesante de esta sección de la investigación, fue poder darle una cara y sentir a las diferentes noticias. Sin embargo, aunque existieran golpes violentos a la comunidad y una sensación de abandono estatal, entendimos que las personas persistían por un cambio.


También utilizamos datos cuantitativos para darle otra cara a la situación de la zona. Entendemos que el trabajo etnográfico no se limita a un enfoque cualitativo, por tanto, al buscar elementos de carácter cuantitativo en la investigación, encontramos una cara medible y cuantificable. Es decir, los datos sobre el numero grande de laboratorios para el procesamiento de cocaína destruidos en el departamento, el aumento en los cultivos ilícitos en Colombia y en la región pacífico y la clara relación entre el aumento de muertes violentas en los municipios donde existen cultivos ilícitos, fueron un complemento primordial para poder realizar una caracterización de la zona en la cual estábamos trabajando.


Finalmente, para nosotros trabajar sobre la violencia del narcotráfico en el norte del Cauca genera diferentes cuestionamientos. Debido a que frecuentamos y vivimos cerca a esta zona, tanto familiares como amigos tienen una relación directa con el lugar y no somos ajenos a los conflictos que se han generado en esta zona. Esta investigación nos permitió entender de manera más cercana las voces y perspectivas que las personas de la zona tienen respecto a la violencia que se mantiene.


Norte del Cauca: un terreno rico en todo sentido.

El norte del Departamento del Cauca es un territorio complejo. Históricamente ha sido objeto de pugnas de distinto tipo. En esta región, han habitado grupos indígenas, los cuales se han visto constantemente amenazados por diferentes motivos, desde la colonización española hasta los más recientes grupos armados. De la misma forma, los grupos afro han sido objeto y víctimas de la intimidación y violencia de los grupos ilegales.


Además, que el clima y la geografía del territorio ha sido perfecto para la proliferación de situaciones y elementos, que convierten dicha zona en una de las regiones principales del conflicto armado colombiano y del narcotráfico. Su paisaje accidentado y lleno de vegetación en algunas partes, lo convirtieron en un bastión ideal para los movimientos guerrilleros desde los años 60 y 70, siguiendo con los movimientos paramilitares en los años 90 e inicios del 2000. En ese mismo sentido, esta región se ha convertido en un completo campo para la siembra de cultivos ilícitos y una ruta estratégica para el movimiento de la cocaína en el país.


Imagen 2: foto tomada de Colprensa para referencia. Recuperada en RCN radio. 24/5/20

Es posible encontrar que el número de laboratorios en el Departamento del Cauca es bastante elevado. Tanto así, que en lo que va del año 2020 van 12 laboratorios destruidos. Además, el Observatorio de Drogas de Colombia también ha recolectado información que muestra que, desde los últimos 5 años el número de hectáreas en Colombia ha aumentado, hasta superar las más de 150.000 Ha cultivadas.


Teniendo claro todos estos datos, y ya finalizado el proceso de investigación anteriormente nombrado, resultaron claros los más importantes hallazgos que tuvimos. Por un lado, tenemos al proceso de paz como un generador de violencia sistemática por el control del territorio. Por otro lado, el segundo hallazgo son las persistentes voces de resistencia a pesar de la normalización de la violencia.


El proceso de paz: gasolina para la guerra

Primero que todo, debemos entender que las FARC-EP era una de las guerrillas más grandes de Colombia, se movilizaban entre pequeños campamentos en toda la zona rural colombiana, peleaban con armas y violencia sus causas sociales. Sin embargo, también tenían diferentes formas de financiación de su lucha, tales como ser los guardaespaldas o ejércitos de algunos narcotraficantes. Lo anterior, sin perjuicio de gestionar sus propios cultivos ilícitos. Los deberes de esta guerrilla eran sencillos, asegurar los corredores de estas sustancias ilícitas, mantener el control de la población, dar frente a las ofensivas del gobierno y de los otros grupos al margen de la ley, entre otros.


Por tanto, bajo unos criterios básicos y lógicos se pensaría que al desaparecer esta guerrilla la empresa del narcotráfico perdería un valioso eslabón, el cual afectaría su crecimiento y la desaceleración de su mercado. No obstante, aquella lógica no dio los frutos esperados, dado que, después de la firma del tratado de paz en el año 2016 se aclaró el panorama de que la violencia no iba a parar y que el negocio del narcotráfico al ser tan lucrativo, es insaciable.

Ante la ausencia de este grupo armado ilegal y del marcado control que mantenían sobre la zona, se logró evidenciar los vacíos de poder o la clara vacante que dejaban las FARC-EP en el negocio del narcotráfico. Gracias a eso, diferentes grupos armados proliferaron en el norte del Cauca, el cual es un corredor principal de coca hacia el pacifico y el puerto de Buenaventura, lugar donde puede ser enviada la droga al exterior. Estos grupos armados pelean por mantener el mayor control territorial y así ser merecedor de proteger estos territorios estratégicos. Para obtener el control rápidamente, los nuevos y antiguos grupos apelan al uso del miedo, el escarmiento y amenazas constantes en la vida de los civiles. El hostigamiento a la población civil por medio de las armas es tan alto en este lugar, que ya es difícil de reconocer de dónde viene, ni cuál es el verdadero fin de esto.


Sin embargo, de lo que si se tiene seguridad hasta el momento, es que la población se encuentra estática ante la violencia, y el mayor colaborador de esta violencia es el miedo y el silencio: muere alguien, no hay denuncia, no hay investigación, no hay nada, velas a la víctima sin decir palabra. “Toca que vivir aquí”, es una de las tantas expresiones que te encuentras en las entrevistas a quienes viven en el norte del Cauca, al parecer esta violencia es una parte importante en su diario vivir. En ese sentido, cada vez es más evidente el control social que estos grupos armados de la coca ejercen sobre la población, queriendo ir directamente al poder político.


Estas prácticas, son claramente visibles con los actos de violencia contra los diferentes líderes políticos o sociales de las comunidades. El asesinato de la candidata por el Partido Liberal Karina Garcia en el municipio de Suarez; la masacre perpetuada en Tacueyo, municipio de Toribio, en donde resultaron muertos cuatro miembros de la guardia indígena y la gobernadora indígena Cristiana Bautista; y el asesinato del gobernador del resguardo de Huellas en Caloto, Edwin Dagua, son ejemplos de las formas de operar de estos grupos, eliminando a los líderes de la población. Lo que llama la atención a la población son los violentos métodos empleados, trayendo con estos castigos ejemplares un claro mensaje: “Nosotros mandamos”.


Resistir como expresión de lucha.

En lo referente a la resistencia de la población, la violencia que trae el narcotráfico en esta zona es poco comentada en el país. “los noticieros se quedan lejos de la realidad” dicen los que viven en carne propia la violencia. Cada día hay noticias que llegan de oído a oído sobre alguna ejecución de una persona cualquiera a manos de estos grupos ilegales. En la región se hablan de secuestros, hostigamientos, una constante presión en la población para que colaboren con la “causa”, nuevas reglas de juego, etc. Lo que se ve en los periódicos o noticieros se quedan cortos, el sentimiento de las personas que quedan en fuego cruzado, que viven una ejecución como propia, que son desplazados de manera forzada, que escucha de secuestros, mantienen al norte del Cauca en una alerta constante ante cualquier nueva mala noticia.


Es claro que los líderes de la zona representan a la voz y el deseo de la comunidad por un futuro en paz, libre de cultivos, de luchas territoriales y de represalias contra ellos. El asesinato de estas personas representa la forma en que estos grupos quieren mantener el poder. Si bien con las antiguas FARC-EP también se presentaban situaciones de violencia, puede decirse que, en la actualidad, cuatro años después de la firma del acuerdo de paz, se vive una situación particularmente desafortunada. La vacante de las FACR-EP en la cadena del narcotráfico, es un puesto por el cual pelean diferentes actores, dejando a su paso una estela de violencia.


Tal como se dijo, la comunidad a pesar de todos los sucesos de violencia resiste, permanece firme ante las situaciones. Esto es posible evidenciarlo al hablar con los habitantes de la región o trabajadores. En las entrevistas fue posible notar que se hablaba de querer una mayor visibilidad, un rechazo rotundo a las muestras de violencia y un sentimiento de esperanza por el cambio que puede llegar. Las personas de la zona no dan la “partida” por perdida, creen en su región, aunque a veces por el miedo no puedan hacer mucho.


A manera de conclusión, entendimos primero que las situaciones de violencia que se han presentado en la región, ya sea en forma de hostigamientos, asesinatos a líderes comunitarios o las múltiples amenazas a las personas por querer cambiar la situación de violencia que se mantiene con el pasar de los años, es una respuesta de los grupos que intentan ocupar lugares predominantes en las cadenas de producción del narcotráfico. El mensaje es a la intimidación y un orden sujeto a su voluntad, el medio idóneo que estos grupos mantienen es la violencia en contra de la población.


No obstante, también es relevante escuchar las voces de protesta que alzan los habitantes de la zona. Ellos se mantienen y a pesar de la creciente normalización de la violencia, esperan cambios y respuestas claras por parte del gobierno. Fue posible entender que la perspectiva que tienen ellos respecto al conflicto que se presenta en la región, debido a que han aprendido a vivir con la violencia y a ser parte de ellas, algunos solo han sido espectadores y otros lamentablemente protagonistas. Sin embargo, siempre sus peticiones han sido que este tema sea de mayor relevancia. Por tanto, debemos recomendar a los entes estatales mayor control sobre la zona. Consideramos que el problema no se soluciona solo con operaciones militares, si bien son necesarias para mantener la seguridad, no es la única solución. El acompañamiento continuo a las comunidades debe ser integral. Materializado en forma de estímulos y nuevas alternativas laborales en la zona, vigilancia a los entes territoriales para que los recursos públicos se vean en estos planes y alternativas para la población. Además, tal como lo hemos dicho, es muy importante la visibilidad que se le da a la situación de violencia del norte del Cauca, reconocer el problema es el primer paso para su solución.

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