Memorias de la impotencia y la apatía
- Lab. Etnográfico
- 3 jun 2020
- 8 Min. de lectura
“El orgullo de quienes no pueden edificares destruir”
-Alejandro Dumas

Toma del Palacio de Justicia, en 1985.
Foto: Archivo. EL TIEMPO
Ya han pasado 4 años desde la firma del acuerdo de paz entre el gobierno del presidente Santos y el grupo guerrillero FARC y en ese tiempo ha surgido un gran movimiento por la remembranza, reparación, el almacenamiento y la compilación de memorias de los afectados por las acciones de estos grupos; lo anterior no es de extrañar, pues en este proceso transicional, se pretende a partir de las memorias esclarecer la verdad, y reivindicar el papel de las víctimas, motivados por ello, este escrito tiene como fin retomar las memorias cotidianas, esta vez asociadas a otro tipo de violencia, el del narcotráfico, pretendiendo dar cuentas del impacto que tuvo y tiene la violencia asociada al narcotráfico entre 1980-2000, en las vidas de aquellos que vivieron y crecieron en ese contexto. Para desarrollar esta idea central el texto se dividirá en cuatro partes, primero se hablará sobre la metodología usada para recopilar información sobre este tema, luego el contexto de la ciudad en la que toma lugar la investigación, en nuestro caso es Cali, después los resultados y aspectos más importantes que nos dejaron y por último la conclusión. Esperamos con esto, contribuir a contar una parte de la historia de la ciudad, o al menos reconstruir sentidos que este periodo dejó en la manera en que los caleños se relacionan con la ciudad.
Metodología y adaptación:
La metodología de la investigación se centró en realizar entrevistas semiestructuradas a personas que tuvieran un mínimo de 10 años cuando ocurrió la toma del Palacio de Justicia en 1985, esto para recolectar en la entrevista los sentimientos que generaron los sucesos que ocurrieron después de 1985 hasta el 2000, tiempos relacionados con la violencia del narcotráfico en el país, además anclado al proceso de reconocer las memorias, se consultó con el archivo histórico digital, en el cual, los periódicos, titulares, noticias, boletines, fotografías, entre otros, permitieron sondear y visualizar el panorama de aquellos años que marcaron el recordar de los caleños, sucesos con los cuales no estábamos tan familiarizados y hablan de una Cali de la cual experimentamos sus vestigios. Esta recolección de datos y la preparación de las entrevistas se estaba llevando a cabo justo cuando empezó la pandemia por el Covid-19, lo que nos obligó a reestructurar tanto la recolección de material para el contexto histórico cómo la manera en que se realizarían las entrevistas y las personas que se podrían entrevistar. Por un lado, el trabajo de archivo tuvo que realizarse de manera virtual, ingresando a artículos digitalizados sobre hechos importantes entre la toma del palacio de justicia y los 2000, en este proceso el acceso a la información estuvo truncado o limitado, por la privatización de las bases de datos e incluso la inexistencia de algunas hemerotecas virtuales. Por otro lado, esta investigación tuvo cinco entrevistas, que no pudieron hacerse con una metodología constante debido a la situación actual, así que algunas fueron semiestructuradas mientras otras tenían una serie de cuestionarios preestablecidos que ya predisponen a los entrevistados. Las entrevistas solo se pudieron hacer a familiares, el guion de las entrevistas con preguntas abiertas se envió a los entrevistados de forma previa para así reducir el tiempo de la entrevista, y no tomar mucho tiempo de los entrevistados, ya que, se encontraban adaptándose a estos cambios que se estaban dando en la sociedad, al igual que nosotros tratando de adaptar la recolección de datos a la manera digital.
Lo más interesante de la preparación metodológica fue que, para nosotros estos sucesos son historia, a pesar de lo cercanos que fueron, ninguno de los dos estaba consciente de lo que ocurría a su alrededor por lo jóvenes que éramos, por lo cual, sentimos que esta investigación serviría para entender aún mejor la ciudad en la vivimos y las razones detrás de ciertas creencias y prácticas sociales, a pesar de que, se trate del narcotráfico no se siente tan cercano como lo es para las personas que sí lo vivieron y de nuevo, aunque parezca un fenómeno extraño y que ha cambiado, marcó las “reglas de juego” en el país. En relación con ello, reconocimos cuestiones que tenemos naturalizadas y que al parecer poco a poco se han introducido en la manera de navegar la ciudad, como lo es la normalización de la inseguridad.
Calicalabozo.
Los 80’s es el periodo que enmarca el punto más álgido de violencia por narcotráfico en el país, y es que hay como una especie de “boom”, en el que la violencia responde de diferentes formas y desde distintos sitios, esa violencia poco a poco dejó entrever una amalgama de personas e intereses detrás de la producente economía ilegal, el narcotráfico se convirtió en un fuego cruzado entre carteles, grupos insurgentes y altos mandos políticos. Las presiones desde EE. UU. hacia Colombia no aliviaban el panorama, y las respuestas por parte del gobierno, como la extradición de narcotraficantes solo empeoraba el asunto, para 1986 la ley de extradición ya era un hecho (EFE, 1985), así como lo era la guerra por parte de los carteles hacia el estado. En 1988, el asesinato al fiscal del Estado, Carlos Mauro Hoyos, por parte de los “extraditables” (Lozano, 1988) fue el fruto de la guerra antes mencionada, la clase política del país también era golpeada por la ola de violencia.
La situación poco a poco iba empeorando, la violencia se trasladaba a los centros urbanos e iba cambiando la manera en la que los ciudadanos habitaban Cali, con la guerra declarada entre el cartel de Cali y el de Medellín, las discotecas, los sitios turísticos, y los lugares comerciales desafiaban la confianza de los caleños, pues fácilmente podrían convertirse en zonas de conflicto, tal como sucedió en 1988, cuando el cartel de Medellín atentó contra la cadena “Drogas La Rebaja” dejando a su paso víctimas que no estaban asociados si quiera a esta economía ilícita (Semana, 1988). La pelea entre ambos mandos por el control del negocio se traducía en ataques de carros bombas, secuestros, extorsiones, entre otras, en especial, los carros bombas era un instrumento clave para someter a la población, por lo cual, encontrar explosivos en la ciudad ya no era un caso tan extraño, y el atentado de tres carros bombas en Cali, Bogotá y Medellín (Lozano, 1990), dejó en claro, que esta era la insignia del terror y la violencia que corría durante esos tiempos, irrumpiendo y estremecimiento la vida cotidiana. Y aunque después de 1993, cae el cartel de Medellín y el cartel de Cali, esto no es el fin de la violencia del narcotráfico, pues, desde 1994 hasta el 2013, han sido asesinados más de 76,000 colombianos como consecuencia de esta economía ilegal y estructura criminal (CESED, 2014).
Los sentidos que deja esta violencia.
Pasando a los resultados de la investigación, los primeros se empezaron a ver después de la tercera entrevista, al ver ciertas respuestas repetidas de diferentes maneras. Por ejemplo, con la toma del palacio de justicia, los entrevistados sintieron miedo e incredulidad al ver y escuchar sobre lo que estaba pasando, como también impotencia al no saber qué hacer al respecto con un evento que para ellos se sentía lejano pero que tomaba lugar en su país. A partir de ese momento y a medida que se iban recordando de manera cronológica los eventos violentos, como el atentado del vuelo de Avianca, los múltiples carros bombas y operativos militares, las respuestas mantenían un aire de impotencia pero poca incredulidad a medida que se iba avanzando, con comentarios cómo: “es que son tantos que ya me cuesta acordarme”, o “La misma época, eso es por épocas, (...) eso era horrible, siempre viendo las noticias que “muertas tantas personas” o “víctimas de carro bomba” aquí mismo en Cali”. Por otro lado, ellos no lo notaban, pero se entendían ciertos comportamientos que ahora ya se han normalizado, cómo esa falta de empatía con los demás que viven en la misma ciudad debido a la inseguridad constante, que se evidencia en frases como: “no dar papaya”, “no mostrar mucho en la calle”, etc. Lo anterior más que nada debido a la época de los carros bomba, que, por un lado, deja claro ese sentimiento de que en cualquier momento puede ocurrir algo, y que marcó las mentes de cada entrevistado y moldeó su manera de relacionarse con la ciudad y los que la habitan. Esta especie de hilo que se hacía cada vez más corto para los entrevistados se rompió en 1997 cuando esta violencia que se veía lejana los afectó directamente con el secuestro de un familiar. Esa noticia los impactó de tal manera que contaban cómo empezaron a ver la ciudad diferente, por ejemplo: “Fueron 6 meses de mucha incertidumbre, (...) trataban de decir sólo lo estrictamente necesario, porque tocaba manejarlo de manera muy confidencial.”. Varios familiares decidieron salir de la ciudad, incluso mudarse al extranjero al saber de la situación. Estas experiencias hicieron que el desapego entre ellos y la ciudad aumentara, cómo también la implementación de reglas en el hogar con la intención de disminuir en lo mayor posible la posibilidad de “caer presa de la delincuencia común”, demostrando esa distorsión de la ciudad para ellos. Por otro lado, específicamente “no dar papaya” enmarca esa creencia popular de que, al ser víctimas de robos o hechos violentos, la culpa tal parece es de quien sufre el hecho, pues, al vivir en la constante inseguridad, el remedio es adaptarse, no salir con objetos de valor, no ir a lugares peligrosos, no salir muy tarde o solos, no andar con gente “torcida”, navegar la ciudad desde la inseguridad, significa darle valor a que “es mejor prevenir que lamentar”.
Conclusiones.
Este tipo de memorias y sus impactos a largo plazo no son las cosas que se encuentran en primera fila, cuando se hizo la recopilación documental lo más fácil de encontrar fueron los reportes de los atentados, quien fue el responsable y la cantidad de víctimas fatales que ocasionó. Al tratar un tema tan delicado para algunas personas que se vieron directamente afectadas, como algunos entrevistados, lo más difícil en la investigación fue la formulación de las preguntas, ya que ¿cómo se puede hacer que alguien vea su propia forma de comportarse y se autoanalice sin juzgarse o que pierda esa parte de sí mismo en el proceso? Sobre todo, al hacer preguntas personales sobre temas delicados. Cómo investigadores lo que menos puede hacer uno es generar situaciones o preguntas que puedan interferir en la cosmovisión de los sujetos de estudio, sin importar el fin o resultados que se puedan generar. Además, esta no es la única razón que explica el comportamiento que muestran los que vivieron y crecieron en ese contexto, es simplemente una pieza más que cumple la función de aclarar la imagen que se tiene de esos años y el impacto que tuvo en el país y sus habitantes. Cómo recomendación se podría usar la técnica del cuestionario con preguntas abiertas para ampliar los sujetos de estudio y así conseguir una muestra más significativa para confirmar los hallazgos que produjo esta investigación, recordemos que las memorias hacen parte del recordar muchas veces personal de cada individuo y por lo tanto está determinado por cada una de sus experiencias personales, y su propia manera de entender y procesar las situaciones a su alrededor, dicho esto, quizás al ampliar el espectro nos encontremos con una apatía más profunda entre los caleños o con sentidos sobre la violencia que dan cuenta de un panorama distinto. Por último, algo que preciso recalcar es la importancia de reconocer los procesos históricos pues nos permitirían reconocer y cuestionarnos sobre lo que sucede en la actualidad, sobre aquello que damos por hecho y vemos tan natural e imposible de cambiar.
Bibliografía:
CESED. (2014). Drogas y política de drogas en Colombia. Universidad de los Andes. Bogotá: Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas.
EFE. (6 de enero de 1985). Betancur autoriza la extradición a EE. UU. de cuatro colombianos acusados de tráfico de drogas. Obtenido de El país: https://elpais.com/diario/1985/01/07/internacional/473900420_850215.html
Lozano, P. (25 de enero de 1988). El fiscal del Estado de Colombia, asesinado por narcotraficantes. Obtenido de El país: https://elpais.com/diario/1988/01/26/internacional/570150002_850215.html
Lozano, P. (13 de mayo de 1990). Tres coches bomba siembran el terror en las ciudades de Cali y Bogotá. Obtenido de El país: https://elpais.com/diario/1990/05/14/internacional/642636001_850215.html
Semana. (19 de septiembre de 1988). Ojo por ojo. Obtenido de Semana: https://www.semana.com/nacion/articulo/ojo-por-ojo/10709-3
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