Gomelos y dealeres: un viaje a través del consumo
- Lab. Etnográfico
- 18 nov 2019
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 6 dic 2019
Por: Natalia Ordóñez y Santiago León
Cali, una de las principales ciudades capital de nuestro país, es un epicentro multicultural, ha transitado por diferentes procesos de impacto social y estructural como el narcotráfico, aspecto que ha impactado a la ciudad y ha dejando como herencia un legado en infraestructura, cánones de belleza, modos de vida, entre otros aspectos. El narcotráfico como un fenómeno de economía ilegal también se ha transformado con el pasar de los años, pasó de ser un negocio condicionado por estructuras, líderes regionales, monopolio de rutas, a nuevas modalidades producto de la desarticulación de los grandes carteles y la lucha contra las drogas a una modalidad que se denomina el micro tráfico que responde a las demandas de consumo que han incrementado en los últimos años según las cifras que exhibe el observatorio de drogas de Colombia, presentando indicadores comparados como los del 2008 con un 2,57 y el aumento en los años siguientes al 3,57 de la población general del país con edades entre 12 a 65 años.
El micro trafico como nuevo mecanismo predominante, fruto de la reconfiguración y fragmentación del negocio ilegal, con funcionamientos de redes menores pero articuladas y ocupando espacios en las diferentes zonas de las ciudades, ha condicionando la comercialización por estratos, precios y tipos de drogas. Todo lo anterior, tiene una influencia directa en las prácticas de consumo en Cali siendo estas nuestro foco de investigación lo cual explicaremos a continuación.
El consumo de drogas toca todas las esferas sociales, los productores y distribuidores cada día se acoplan y se especializan en nuevas modalidades a la par de la lucha contra las drogas, la presentación y forma de elevar el consumo y por tanto las ganancias, conlleva a prácticas que generan desarrollo de estrategias para la presentación de productos diversificados que a su vez se acoplan a formas y estilos de vida, por ejemplo el éxtasis y el consumo en fiestas de música electrónica.
El consumo de sustancias psicoactivas en la ciudad de Cali, no es ajena a estos fenómenos nacionales, en estratos altos, estos consumos se pueden determinar en ciertos aspectos o caracterizaciones como la capacidad económica de adquirir productos de “calidad”, las entregas a domicilio, la alfabetización del consumo y la desmoralización del consumo.
El consumo en estratos altos tiene una diferenciación, su contexto está determinado por unos criterios sociales como la capacidad económica, el capital social y cultural y la educación. Esto establece la posibilidad de adquirir el producto a domicilio, con criterios de calidad, con costo superior y distribuidos por “dealers” conocidos, (en la mayoría de los casos son quienes facilitan la adquisición de su producto, se convierten en distribuidores de confianza). Así tal cual, este segmento en la cadena de distribución, son generalmente personas que dan acceso a productos en términos de confianza y calidad, surten a sectores poblacionales sin problemas financieros y que usualmente frecuentan contextos sociales de “clase alta”, jóvenes universitarios, empresarios, o individuos con necesidades específicas. Algunos de estos consumidores, enfatizan que sus necesidades no obedecen a presiones sociales o particulares, sino a simple gusto o interés particular en experimentar.
“Su estilo de vida tiene un alto costo, su mensualidad oscila alrededor $900.000 pesos a $1’000.000, aseguraba que su consumo de marihuana es esporádico y gasta a la semana alrededor de $10.000 pesos, pero cuando ocasionalmente asiste a fiestas de techno se gasta alrededor de $60.000 pesos en diferente sustancias como marihuana, éxtasis, popper, entre otros”
El capital social, cultural y educativo, también son un determinante en la configuración del consumo de estupefacientes puesto que existe una alfabetización del consumo, es decir tienen un conocimiento profundo y detallado del las formas de ejercer esta actividad, un conocimiento aplicado que no desconoce los efectos de estas sustancias en el cuerpo, por lo tanto se toman precauciones y se tienen planes de contingencia. Estas medidas llevan a considerar la necesidad de ingerir alimentos antes o después de la práctica, cantidades suficientes, hidratación, etc., es decir una planificación estratégica y consiente.
En este punto es importante resaltar la labor de iniciativas como las 3C (consume con conciencia) o “échele cabeza para que se dé duro en la cabeza” con slogan como estos, son programas que tienen el objetivo de educar a la población acerca de las diferente sustancias de las que hacen uso y sus formas de practicar esta actividad, tal vez se podría denominar como una “concientización del consumo”, y más allá se diligencian análisis químicos a los diferentes psicoactivos asegurándose de sus composición, creando así un panorama de confiabilidad y responsabilidad entre los consumidores, el saber qué y cuánto se consume, siendo estas incitabas que tienen un interés particular por prevenir el riesgo y daño de estas prácticas.
Este conocimiento práctico va ligado estrechamente una desmoralización del consumo, puesto que no existe un sentimiento de culpabilidad, es decir, se desvanece la barrera de lo que se puede considerar como perjudicial. Algunos de los entrevistados hicieron el análisis presentando una relación – comparación entre el alcohol y la legalidad, intentando justificaciones, tomado lo constitucional para determinar que es bueno y malo o que es moral y ético. Además relatan los valores o lo socialmente correcto, en términos de los que se percibe como condicionantes sociales donde, para ellos, existe un desconocimiento acerca de estas sustancias y por lo tanto, consideran que se satanizan este tipo de actividades en lo público pero privadamente disfrutan de ellas.
En conclusión queremos dejar a la reflexión de los lectores pensar acerca de cómo se implementa las políticas públicas actuales, puesto que son evidentes dos puntos centrales. Primero es la negación e invisibilización de los organismos estatales acerca de las demás sustancias que se consumen, puesto que se ha enfatizado en la marihuana y la coca como focos, dejando al libre tránsito las demás sustancias. Segundo es la implementación de políticas públicas de prohibición, las cuales no han tenido un efecto positivo, estigmatizan y desconocen los procesos que se viven en estas prácticas, además de los motivos personales de los consumidores. Desde nuestra perspectiva consideramos que Colombia no tiene proyectos estatales de prevención y mitigación de riesgos que tengan un impacto contundente, además de la negligencia en la implementación de políticas que trabajen a la par los procesos y transiciones sociales.
Lea el informe final en: https://drive.google.com/file/d/1qYlobhn5Kzz49lFYRrszi82NY1GWu3iA/view?usp=sharing
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