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Ciudad Balín, Gente de bien y el estrato 16

  • Lab. Etnográfico
  • 21 jun 2021
  • 7 Min. de lectura

Daniel Navarro

Laura S. López

En el marco del paro nacional del 28 de abril de 2021 en Colombia, sectores de la ciudad que hacen parte de los estratos más altos, 5 y 6 o estrato “16” (como menciona una persona en uno de los tantos videos) de la comuna 22, Pance, Portada al mar, entre otros, han salido a manifestarse en contra de la manifestación (por contradictorio que suene), utilizando camisetas blancas en representación de la paz. Estas manifestaciones han resultado en hechos confusos: por ejemplo, algunas personas salieron a detener la minga indígena que se movilizaba desde el Cauca por la vía Cañasgordas, cosa que derivó en diferentes tiroteos ejecutados presuntamente por los manifestantes de blanco; en algunos de los videos se puede ver a actores civiles armados disparando en conjunto con la fuerza policial. Posteriormente, se presentaron más actos de violencia por gente vestida de civil, provistos con armas cortas, escopetas e incluso fusiles de asalto. Desde entonces, en redes se ha llamado a la generalidad de estos sectores como paramilitares, traquetos, Los de blanco o “gente de bien” como se autodenominan algunos.


Para-pance y Ciudad Balín parecen ser los nuevos nombres de esos barrios. La acusación de traquetos nos ha llevado a pensar en el contexto de Cali y la relación entre las personas y estos términos. Evidentemente, estos sectores tienen un cierto público que puede pertenecer a diversos grupos al margen de la ley, mas eso no comprendería de ninguna forma la generalidad. Además, hoy en día se propone la figura de narcotraficantes invisibles, un nuevo modelo en que se procura mantener un bajo perfil, ¿pero quiénes son estas personas entonces? ¿por qué hay civiles con carros blindados y armas automáticas? El imaginario social es la forma en que las personas empiezan a concebir objetos, personas, lugares, entre otros. Este, se ve inmerso en un contexto social ineludible, que limita o guía su creación de una forma específica, por eso es un imaginario más que en una realidad per se. Además, atravesando este imaginario se construyen las percepciones. En este caso, representando la figura del traqueto de determinada manera; muchas veces influenciada por medios de comunicación cualesquiera que sean. Por esto, a pesar de que los Invisibles son una realidad tangible, las personas siguen identificando al traqueto con la figura “clásica” y tildan a los manifestantes de blanco como traquetos.


Para adentrarnos más en esta problemática, nos hemos dado a la tarea de analizar cómo las personas imaginan la figura del traqueto, buscando relacionar este imaginario con lo que se muestra en series, películas y libros, y así descubrir cuál sería la figura del traqueto en las mentes de los caleños. Para esto, hicimos una serie de entrevistas a personas que vivieron su adolescencia en los noventa, la época más dura del narcotráfico y comparamos los resultados con una serie de análisis televisivos y de archivo periodístico en los días donde fue capturado Gilberto Rodríguez. De esto, tenemos hallazgos que nos acercan un poco a comprender lo que ha pasado con los sectores de Pance y Ciudad Jardín, sobre todo en la percepción de la comunidad general frente a las actuaciones violentas de civiles y su homogeneidad en un sector económico específico, y comprender en segunda instancia el porqué los Invisibles no han sido mencionados en las acusaciones de los últimos días.


En el primer punto, encontramos que la población ve al traqueto como una persona violenta, poderosa, derrochadora y desde un sentido religioso “profana” que además representa un enemigo. No son imaginados como personas inteligentes, si no perspicaces o “vivos”, algunos como Gilberto Rodríguez, estrategas. Sus características suelen ser actitudes violentas, soberbias y estar rodeados de lujos, camionetas, relojes o vivir en sectores privilegiados. La figura del traqueto en este caso coincide transversalmente, todos están de acuerdo con este planteamiento y a partir de ello determinadas prácticas son juzgadas como traquetas. Por ejemplo, un conductor temerario podría ser clasificado como traqueto por su forma agresiva de conducir. Así pues, en la percepción de la población es apenas razonable identificar a estas personas de los barrios más costosos de la ciudad, con comportamientos violentos y armas como traquetos.


El imaginario y las percepciones están ahí, décadas de cultura transmedia, noticias y relatos han formado esta figura en la sociedad Caleña. Es complicado, cuando no imposible, pretender que las personas dejen de identificar determinados comportamientos como traquetos. Pero el gran problema es asignar dicha categoría a un sector poblacional amplio, dado que, el traqueto es además un enemigo. En efecto, en la revisión de medios de los noventa hemos encontrado que diversos periódicos intentan generar una idea del traqueto como un mal para la sociedad, que acaban con la economía y traen violencia a la ciudad; lo cual es parcialmente cierto. Pero, para exacerbar esta clasificación del enemigo, se presenta una lucha entre bloque de búsqueda,como sujetos además llenos de fe (sí, en el sentido católico) y al traqueto como un sujeto desprovisto de “la ayuda de dios”, pecador, lujurioso y profano. Entonces, hablamos de una lucha entre lo bueno y lo malo, o el amigo-enemigo. Por lo cual, la situación nacional ha empezado a revivir una suerte de luchas internas que parten desde estas percepciones e imaginarios.


Lo anterior deriva en que los imaginarios y las percepciones se construyen de diversas maneras. En este caso específico nos centramos en los medios, pero también se construyen en la cotidianidad. Nuestra realidad está construida a través de lo que nosotros entendemos en ella. Las visiones son relativas al individuo, a sus propias experiencias y a su vida en general. Cada pequeño objeto es recordado por el individuo de una manera diferente: la imagen mental que nos hacemos de ello es diferente. Por tanto, una vez empezamos a ver las cosas de determinada manera, esa visión nos perseguirá a lo largo del tiempo. En este caso particular, coincide en que los manifestantes de blanco tienen características que se asignan casi tradicionalmente a un traqueto: responden de manera violenta, están armados o dicen estarlo, se movilizan en vehículos de lujo y, como no, son un enemigo. Por eso, entendiendo las coincidencias, las personas empiezan a percibir estos sectores como traquetos. Pero hay que revisar cómo se le asigna la categoría de enemigo y se propicia una lucha interna, partiendo de meros imaginarios o percepciones mediáticas, para mitigar la creación de prejuicios nefastos en una sociedad dividida y parcializada como la caleña.


El segundo punto es la persistencia de un imaginario clásico a pesar de que se conoce la figura del traqueto invisible. Retomando la revisión de archivo, esta figura se conocía ya en los noventa: las personas empezaban a intuir que el narcotráfico no se acababa, más bien dejaba de ser tan notorio. Esta idea ha continuado a lo largo de los años, tanto que probablemente un sector de la población joven (alrededor de los 20 años) empiece a identificar a un traqueto como un sujeto cualquiera. A pesar de todo, los resultados muestran que la percepción clásica persiste. Como se mencionó, los medios han hecho mella en gran medida con esta figura clásica, y entonces ¿nadie ha pensado en la existencia de los Invisibles? De alguna forma, esta realidad que construimos es también lo que queremos ver. En esta medida, ignoramos una realidad aparentemente tangible con tal de no dudar de nosotros mismos.


En teoría, la sociedad podría razonar lo siguiente: los traquetos han tendido a mantener un bajo perfil, por lo cual, es irrazonable que tomen un riesgo como salir armados a la calle y que se les identifique. Así pues, las personas siguen la vía de lo que quieren ver, o tal vez el deber de la hegemonía nos conduce a ignorar lógicas aparentemente sencillas. Así es que, en buena medida, los imaginarios y las percepciones que se han presentado de tan diversas maneras son perpetuadas por las personas, y dichas percepciones no evolucionan, o por lo menos no son contrastadas con la realidad a medida que esta cambia. Con lo que, parece que esos traquetos de los noventa están inmortalizados aún cuando sus prácticas no son las mismas.


En suma, no importa si la realidad es cambiante, si no hay una reproducción de esta en la cotidianidad, muy difícilmente las percepciones cambien. Así, aun con la idea de los Invisibles rondando, seguimos juzgando y etiquetando a personas que se nos parecen a lo clásico como traquetos. Y bien, la realidad sugiere que muy probablemente este traqueto sea imposible de identificar a primera vista. Más bien, aquellos que reproducen la figura clásica tienen motivaciones para hacerlo, y justamente la búsqueda de ser identificado como traqueto va en contra del raciocinio traqueto moderno. Por lo cual, debemos apreciar lo que la actualidad nos brinda para dar buenos juicios y no simplemente reproducir concepciones anticuadas: pensar en lo que estamos consumiendo y cómo esto nos va moldeando. El llamado en este caso va de la mano con el pensamiento cartesiano, para poner en duda aquello que consumimos y ver más allá de etiquetas o generalizaciones apresuradas. Si la figura clásica del traqueto aparece constantemente en la población, tenemos que ver qué tanto coincide con lo que muestran las redes sociales, balancear el asunto y “no tragar entero”.


De todo lo anterior, ¿tiene sentido clasificar a los sectores de Ciudad Jardín y Pance como traquetos? La respuesta es no, no solo por la generalización apresurada, sino porque la evidencia empírica sugiere otra cosa. Esta clasificación parte de imaginarios y percepciones, que no están mal o bien, pero tienen un bagaje importante al que debemos prestar atención. Nuestra realidad puede ser vista con un sentido más crítico, y conociendo las facetas de un traqueto podemos empezar a intuir que los personajes que cumplen con el criterio en un principio definido (violentos, poderosos, derrochadores y profanos) no necesariamente son traquetos, más puede ser que repliquen algunas de sus prácticas. Más bien deberíamos construir una nueva percepción de estas personas. Hemos visto lo que hacen, cómo lo hacen y las consecuencias: actos deplorables. Pero, la coincidencia con la figura clásica de traqueto no los convierte en ello. De manera más asertiva, las personas que han salido armadas a “apoyar” la fuerza policial son un grupo de corte paramilitar. Esos que toman justicia por mano propia y ponen su moral por encima de la ley son más cercanos a órganos de crimen organizado en busca de “restablecer” el orden, y no tanto a un aparato narcotraficante.


En consecuencia, para asignar una categoría más clara a un fenómeno específico, hay que ver la complejidad de nuestra realidad, y analizarlo con cuidado. Para esto, hemos ejemplificado como el imaginario social y las percepciones se moldean a través de diferentes contextos: juzgamos y comprendemos nuestra realidad, categorizando lo que vemos de una u otra manera. Hemos visto cómo los medios influyen enormemente en esto, tanto que pueden interferir con la sana transformación de la percepción, fomentando incluso un enemigo interno. Con lo cual, caer en las generalizaciones propuestas en redes sociales va de acuerdo a un imaginario mediático, pero que, al revisar a los Invisibles, nos damos cuenta, es anticuado. El pensamiento crítico empieza aquí, cuando con estas coyunturas nos sentamos un instante y revisamos bien lo que vemos, cómo lo vemos, y qué podemos aprender de ello; considerando cada detalle a la hora de etiquetar los fenómenos que vivimos.

 
 
 

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